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Entre 2003 y 2004 enfrenté mi primer viaje «cara al viento», la distancia era un factor fundamental para mí en aquel momento y decidí moverme lo más lejos posible, lejos del mundo que me había hecho crecer con cierta serenidad y enfrentarme con algo que nunca habia enfrentado, necesitaba un «país» diferente.

En quello años en la Argentina la sociedad se había desintegrado completamente, absorbida por una política neoliberal que condujo al abismo del país , de alli comenzò el saqueo organizado de materias primas , motor económico del país.

En las calles de Córdoba y Buenos Aires el lema «El Pueblo No Se Va» resonó con vigor y firmez; manifestaciones políticas con encuentros con los líderes de la nueva Latino America, Evo Morales, Chávez y Fidel Castro.

La gente estaba tomando las riendas después de que este saqueo sistemático había destruido la clase media y ampliado la pobreza a una mayoría de la población entre «asientamentos» y las fábricas ocupadas que se expandian como aceite después de la fuga de capitales.

Las instituciones estaban desapareciendo, y reduciéndose , las escuelas eran esos lugares de «contenedor social» que mantenían a flote a las clases menos afortunadas. Desde el «Centro de Día» gestionado por voluntarios hasta los «Comedores sociales».

En las ciudades había un aire de cambio que venía de abajo, los «asientamentos», casas construidas al borde de la ciudad, se estaban ampliando visiblemente y unían los excluidos de la sociedad en las cercanias de las escuelas publicas las cuales aseguraban tres comidas al día para Niños y un punto de escape a la vida callejera de violencia y hambre que absorbió desde la tierna edad los sueños y esperanzas de esa parte del «los ultimos”.

La sociedad reanudó la ofensiva contra la falta de un gobierno fuerte presente en el territorio, las elecciones estaban en la puerta, la gente quería cambiar de página.»¡El pueblo No se va!». En cambio, estaba enraizado en el territorio y lo mejoró gracias a la fuerza y ​​tenacidad de las personas que siempre han creído en un mundo mejor.

Los sueños y el deseo de revancha nacen de pequeños pasos, la historia que voy a contarles nace a paso de mula hacia una pequeña aldea de pastores en el valle Calchaquì. Pampallana reclamó el derecho básico a la educación en una de las zonas más remotas de Argentina. Los Andes rodean este pequeño pueblo que durante siglos se mantuvo aislado y no experimentó ningún cambio histórico hasta 2001 con la llegada de Tomás Gabriel De la Torre, un educador de la vida con la idea de crear algo único.

Para comprender completamente cómo se producen los cambios sociales desde abajo, debemos retroceder a principios de la década de 2000. Un grupo que representa a Pampallana «desciende» a Salta, capital de la región homónima, para solicitar una escuela, el derecho a la educación. Un año más tarde, a lomo de mulo llega a este pequeño rincón entre el cielo y la tierra Gabriel. Los primeros años, muy duros, la escuela cuenta con treinta alumnos.

Durante los primeros años vive en la casa del Cachike de Pampallana, Don Crecencio.La vida para esta comunidad se parò hace 200 años atrás criando ovejas y un poco de cultivo.

Pero la parábola ascendente acababa de comenzar. Las necesidades de una escuela eran solo el comienzo … faltaba un camino, un camino que unía a Pampallana con la aldea de Larremo, y así comenzó . La gente de Pampallana empiezò a crear este camino a golpes de pico y pala que los habia conectado con el mundo exterior y eso cambiaria radicalmente sus vidas. .

Gabriel se dio cuenta inmediatamente de que “Los Puscanos”, como los pastores de Pampallana se definían para el uso de la puisca, instrumento ancestral para hilar lana, no estaban solo en los márgenes de la sociedad argentina, sino incluso en los márgenes de los que rodeaban a Pampallana. Larremo y Rio Grande. Falta una identidad … En esas casas dispersas en un territorio inmenso tuvieron que transformar el ser Puscanos como su mayor recurso. Se erigió un monumento al Puscano hecho de adobe, ladrillos de barro y paja, en lo que se ha transformado a lo largo de los años en la plaza central de Pampallana, justo al lado de la escuela.

Gabriel Tomás de la Torre, apoyó y sigue apoyando un proyecto educativo con una visión local realista y una apertura hacia el mundo exterior a través del estudio y el conocimiento, destacando la cultura «Diaguita Calchaquí» – con días escolares dedicados a Orientación del trabajo artesanal especialmente relacionado con la producción textil, la base de la economía de este pueblo andino.

Conocí esta realidad en 2004 en ese momento, la planta funcional de la escuela estaba compuesta por los siguientes elementos: un director, un maestro y el cocinero de la cantina escolar. Para un total de cuarenta alumnos.

Hoy hay un director, dos maestros titulares, un profesor de inglés, uno de educación artística y uno de educación física, un cocinero y un conserje. Todo para un número de 70 estudiantes.La escuela fue el motor que ha activado este cambio radical en una sociedad ancestral y incaica como la de Pampallana.

La educación ha traído un gran cambio social, lo ha llevado a renacer, volver a la vida y luchar por la mejoria de sus vidas.Un compromiso ahora con toda la comunidad de Pampallana que a través de la escuela ha visto renacer a una comunidad indígena autoctona y que inesperadamente vuelve a la vida estos últimos custodios de culturas antiguas, conocimiento profundamente holístico,y protector de nuestra Tierra o mejor dicho Pachamama .